Hay momentos en que la falta de ayuda y colaboración de las personas nos molesta. Yo creo que no es falta de voluntad o altruismo, es sólo que no ha surgido el momento adecuado para demostrar lo contrario.
Por ejemplo, en esta simple historia les voy a contar de la generosidad de unos muchachos que sin importar los contratiempos, “extendieron sus manos” para ayudar a una inofensiva señorita a subir un muro.
Esta historia se desarrolló en el evento de clausura de la Cumbre de los Pueblos del 2008. La expectativa por ver a Evo Morales jugar un partido amistoso con los miembros de la selección peruana México 70 liderados por Ollanta Humala, originó que el estadio de la UNI (Universidad Nacional de Ingeniería) se llenará desde muy temprano. Las colas para ingresar eran larguísimas y las posibilidades de entrar muy cortas.

Los miembros de seguridad tratan de contener a empujones a los entusiasmados asistentes .
Por cierto, yo me quedé afuera esperando la llegada de Evo y de Ollanta. Según el plan de mi jefe y editor de fotografía ese día yo era la indicada para sortear los golpes, empujones, caídas y lo que venga a la hora de fotografiar al mandatario boliviano.
Me doy cuenta que una mujer de cabello largo y rizado de casaca roja, busca desesperadamente ingresar.Al parecer los miembros de seguridad le aseguraron que nadie entraría, porque el lugar estaba muy lleno. Esto la motivó a buscar otra salida, en este caso, otra entrada.
Al parecer ni su condición de señorita, su pantalón apretado, o los cinco centímetros de taco que tenía su zapato la detuvieron. Convencida que mediante la ayuda de los muchachos ella podría subir el muro.

El chico que había ayudado a subir a otras personas, empezó a elevarla desde los pies, pero parecía muy pesada, así que un amigo del costado estiró las mano y las puso justo en el centro de todo su trasero lo que causó la risa y carcajada de los que todavía esperaban ingresar. Los chicos se pasaban la voz, como animándose unos a otros para poner sus manos en las posaderas de la mujer.
Lo único que podía hacer la joven avergonzada era apresurarse en llegar arriba, por eso cada cuanto se escuchaban sus gemidos de esfuerzo. Los chicos ya casi no empujaban sólo tocaban cuanto podían a la mujer.
Finalmente luego de un accidentado ascenso, la joven llega a la cima del muro y desaparece sin dar gracias o reclamo alguno a sus espontáneos colaboradores.


En la parte inferior izquierda de la foto, vemos a la chica de cabello largo rizado, mirando como ayudan a otra mujer a subir.

En la parte inferior derecha de la foto (lo siento, sólo se ve su cabeza) vemos a la misma chica.Parece que se aseguró bien antes de animarse a subir.
Así termina está historia, mostrando una vez más que cuando existe el momento adecuado los hombres peruanos son desinteresados, generosos, distinguidos, y nobles…
Posdata: Si vas a trepar un muro, lleva una escalera…