Fotoperiodismo: creador de habilidades para toda la vida

Durante años, el fotoperiodismo fue mi escuela más intensa. No solo me enseñó a usar una cámara, sino a desarrollar habilidades que hoy aplico en todos los ámbitos de mi vida. Estas son algunas de las lecciones más valiosas que me dejó.

Ser observadora
Aprendí a mirar con atención, a identificar los pequeños detalles que otros pasaban por alto. Detalles como un terno arrugado en un político, una mancha en los zapatos, o un libro puesto sobre su escritorio, todo decía algo. Registrar esas señales me ayudaba a entender mejor el contexto y enriquecer la historia visual. Porque muchas veces, lo que parece mínimo es justamente lo que le da sentido profundo a una imagen.

Ser puntual (y llegar con anticipación)
En el fotoperiodismo, llegar tarde significa perder el momento. Por eso siempre buscaba estar antes: las cosas importantes suelen empezar antes de lo previsto o de forma inesperada.

Ser organizada
Maletas listas, baterías cargadas, tarjetas de memoria vacías. Nada podía quedar al azar. Esa preparación me permite hoy estar lista para cualquier proyecto o reunión importante.

Ser precavida
En situaciones de riesgo, aprendí a evaluar mis opciones de escape, identificar personas confiables y anticiparme a los cambios. Esa capacidad de análisis rápido me acompaña siempre.

Policías se preparan para posibles represalias por parte de los etnocaseristas, tras la toma de la comisaría – 2005. Foto: Yanina Patricio

Leer las señales para saber dónde estar
Ser capaz de interpretar el ambiente, los gestos y los movimientos me ayudaba a decidir dónde estar y cómo actuar. Para capturar al personaje principal, por ejemplo, tenía que imaginar su recorrido, predecir su salida o anticipar cómo una situación podía cambiar, como un desmayo o un conflicto entre políticos. Esa misma anticipación la aplico hoy al leer contextos y tomar decisiones rápidas.

Comunicarme con empatía
No es igual hablar con una madre en medio de un incendio, un policía armado, o un artista que quiere posar. Aprendí a adaptar mi lenguaje, mi energía, mi presencia, desde el respeto.

Resolver problemas en el camino
Perder un flash, no poder entrar a un lugar, encontrar una vía alternativa, improvisar con lo que tenía. Resolver en movimiento, con ingenio y con calma.

Trabajar en equipo
Detrás de una buena cobertura hay muchas personas colaborando: periodistas, editores, choferes, colegas fotógrafos. Aprendí que el trabajo en equipo no es solo dividir tareas, sino sumar visiones, acompañarse y respetar los ritmos del otro. Una cobertura exitosa depende tanto del talento individual como de la sincronía colectiva.

Con el equipo de fotógrafos de La República luego de cubrir una marcha en el Centro de Lima

Aprender a escuchar críticas constructivas
El fotoperiodismo me enseñó que no hay crecimiento sin feedback. Escuchar críticas constructivas, aunque a veces duelan, es parte esencial del proceso. Aprendí a separar lo personal de lo profesional, a ver en cada comentario una oportunidad para mejorar mi mirada, mi técnica, mi enfoque. A veces, una observación precisa podía transformar completamente una historia visual.

Tener liderazgo en el trabajo
Muchas veces me tocó tomar decisiones rápidas, bajo presión y en medio de situaciones caóticas. Ser líder no era imponer, sino guiar, organizar, y mantener la calma cuando todo alrededor parecía desbordarse. Con el tiempo, entendí que liderar es estar disponible, tomar la iniciativa, y sostener al equipo incluso en la incertidumbre.

Entender la diversidad del equipo de trabajo
Cada persona en el equipo venía con un contexto distinto, con sus propias creencias, vivencias y formas de ver el mundo. Comprender esa diversidad fue clave para construir relaciones más auténticas y respetuosas. Me ayudó a comunicar mejor, a evitar juicios rápidos, y a enriquecer las historias desde múltiples perspectivas.

Equivocarme y aceptarlo
En el camino del fotoperiodismo, me equivoqué muchas veces: enfoques mal calculados, decisiones apresuradas, momentos que no supe leer. Aprendí a aceptar mis errores sin justificarme, a reconocerlos como parte del proceso.

Volver a aprender
Lo más retador fue darme cuenta de que muchas veces tenía que desaprender y volver a aprender. Técnicas que funcionaban antes ya no eran útiles, reglas que conocía de memoria se volvían obsoletas frente a nuevas realidades. Incluso cosas que “ya sabía” a veces las olvidaba. Volver a aprender, una y otra vez, me enseñó humildad, curiosidad y resiliencia.

Configurando la cámara para optimizar la exposición de luz durante una sesión fotográfica en la vía pública.

Actualmente, el fotoperiodismo ya no es mi actividad principal, pero las habilidades adquiridas en ese campo siguen siendo valiosas para mis proyectos creativos, mi vida cotidiana y mis desafíos personales y profesionales, especialmente en mi enfoque hacia la innovación y su gestión, un área en la que me estoy desarrollando.

Ser fotoperiodista me formó no solo como profesional, sino también como persona.